Psicología Positiva: Gozarde la Vida

Introducción

Si te gusta la música tropical latinoamericana, seguramente habrás notado que con frecuencia a media canción se oye el grito de “¡A gozar!”. Este sabio consejo de Celia Cruz no solo tiene eco en las fiestas y las pistas de baile, sino que ahora también se escucha en los laboratorios de psicología de algunas de las mejores universidades del mundo. Hasta hace poco, los psicólogos habían estudiado mucho el dolor, pero muy poco el gozo. 

La psicología positiva propone investigar lo que hace que la vida valga la pena, en palabras de Christopher Peterson, uno de los fundadores de esta rama de la psicología, y entre las experiencias que hacen que la vida valga la pena está el poder gozar de esta. En francés, el término joie de vivre se refiere precisamente a esa capacidad para disfrutar la vida. Hoy en día, hay estudios que han encontrado que la capacidad de gozo es uno de los componentes más importantes de la felicidad.

Desarrollo

Si te pidiera que hicieras un álbum con fotografías de algunos de los momentos más gozosos de tu vida, ¿cuáles elegirías? Tal vez el día en que nació tu hijo, el de tu boda o cuando aprobaste el último examen y te graduaste. Aquella fiesta sorpresa que te organizaron tus amigos cuando cumpliste 18 años o el homenaje que te dedicaron tus compañeros de trabajo el día de tu jubilación. O puede que también escojas los pequeños placeres cotidianos, como el café humeante de cada mañana en el bar de la esquina, el paseo con los niños hasta la escuela o las reuniones para charlar con los amigos… Cada uno de nosotros tiene sus propios gozos, pero, al mismo tiempo, estos tienen elementos comunes.

¿Qué caracteriza las experiencias placenteras? Bárbara Fredrickson, una de las investigadoras más importantes en el campo de las emociones positivas, ha detectado que las personas sentimos placer cuando nos encontramos en un ambiente conocido y seguro, cuando las cosas van bien, y cuando la situación requiere poco esfuerzo de nuestra parte en ese preciso momento. Bárbara Fredrickson describe de la siguiente manera la sensación de gozo: “El gozo se siente brillante y ligero. Los colores parecen más vivos. Das un salto con cada paso. Tu cara se ilumina con una sonrisa y un brillo interno. Te dan ganas de absorberlo todo, de jugar, de tirarte de cabeza y de involucrarte con el mundo”.

Hay gente que parece disfrutar de manera natural, pero ¿se puede aprender a gozar más de la vida? Sí, es la respuesta avalada por investigaciones de Fredrickson y sus colaboradores. Ellos han encontrado que un aspecto importante del gozo tiene que ver con la autoestima, con creer que nos merecemos disfrutar de las cosas buenas. 

Otra faceta importante del placer y una manera de gozar más es aprender a sa-bo-re-ar, a poner atención y tomarnos tiempo para apreciar cada aspecto placentero de las cosas: el olor, la textura y el sabor de un guiso; el aroma y el color de una flor; la melodía y la armonía de una canción, el timbre de voz del cantante… Hay un refrán en inglés que dice que hay que “parar para oler las rosas”. Justamente, no dejarnos dominar por la prisa y detenernos para percibir de manera más consciente lo que tenemos a nuestro alrededor es el camino para saborear más. El saborear nos permite disfrutar nuestras experiencias más intensamente y durante más tiempo.

Para saborear más, tenemos veces que cambiar nuestras circunstancias. Por ejemplo, podemos disfrutar más de la compañía de la familia si decidimos apagar el televisor y no contestar al teléfono durante la cena, o podemos maximizar el disfrute de la conversación con un amigo si hablamos mientras damos una vuelta por un parque. Cuando nos vamos de vacaciones, el cambio de contexto es total y esa puede ser una de las razones por las que solemos disfrutar tanto cuando viajamos. 

Entonces, ¿cómo podemos disfrutar de nuestra vida diaria como si estuviéramos de vacaciones? Una de las claves puede estar en la atención que ponemos a las cosas. Tendemos a no hacer mucho caso a lo “conocido”, a darlo por hecho, mientras que lo novedoso nos provoca curiosidad y apertura a las experiencias. Si podemos ver lo normal con curiosidad y atención, seguramente lo disfrutaremos más. El terapeuta australiano Michael White usó una frase muy bonita, tomada del sociólogo francés Pierre Bourdieu, para explicárnoslo: “Hacer exótico lo doméstico”. Sabemos que las personas somos “animales sociales” y lo somos también en lo que respeta al disfrutar: cuando compartimos las experiencias placenteras y las buenas noticias, cuando celebramos juntos, multiplicamos nuestro gozo. 

Así que una de las maneras más sencillas para disfrutar más de la vida es compartir nuestras experiencias con otras personas. Esto tiene la ventaja de que, cuando contamos a los demás un momento placentero de nuestra vida, lo volvemos a vivir un poco y, así, prolongamos sus efectos positivos, además de que nos acerca a las personas con las que lo compartimos y se fortalece nuestra relación. A continuación te ofrezco un ejercicio muy útil para identificar los momentos de placer, que consiste en responder un cuestionario creado por Bárbara Fredrickson. Recuerda que solemos encontrar gozo en contextos seguros, cuando las cosas van bien y cuando no necesitamos esforzarnos mucho:

  • ¿Cuándo fue la última vez que sentí gozo?
  • ¿Dónde estaba?
  • ¿Qué estaba haciendo?
  • ¿Con quién estaba?
  • ¿Qué otra cosa me provoca ese sentimiento?
  • ¿Puedo pensar en más cosas todavía que me hagan sentir gozo?
  • ¿Qué puedo hacer actualmente para cultivar el gozo en mi vida? Te invito a identificar al menos una cosa que puedas hacer para gozar un poco más y a ponerla en práctica hoy mismo.

 

Si te pidiera que hicieras un álbum con fotografías de algunos de los momentos más gozosos de tu vida, ¿cuáles elegirías? Tal vez el día en que nació tu hijo, el de tu boda o cuando aprobaste el último examen y te graduaste. Aquella fiesta sorpresa que te organizaron tus amigos cuando cumpliste 18 años o el homenaje que te dedicaron tus compañeros de trabajo el día de tu jubilación. O puede que también escojas los pequeños placeres cotidianos, como el café humeante de cada mañana en el bar de la esquina, el paseo con los niños hasta la escuela o las reuniones para charlar con los amigos…

Cada uno de nosotros tiene sus propios gozos, pero, al mismo tiempo, estos tienen elementos comunes.¿Qué caracteriza las experiencias placenteras? Bárbara Fredrickson, una de las investigadoras más importantes en el campo de las emociones positivas, ha detectado que las personas sentimos placer cuando nos encontramos en un ambiente conocido y seguro, cuando las cosas van bien, y cuando la situación requiere poco esfuerzo de nuestra parte en ese preciso momento.

Bárbara Fredrickson describe de la siguiente manera la sensación de gozo: “El gozo se siente brillante y ligero. Los colores parecen más vivos. Das un salto con cada paso. Tu cara se ilumina con una sonrisa y un brillo interno. Te dan ganas de absorberlo todo, de jugar, de tirarte de cabeza y de involucrarte con el mundo”. Hay gente que parece disfrutar de manera natural, pero ¿se puede aprender a gozar más de la vida? Sí, es la respuesta avalada por investigaciones de Fredrickson y sus colaboradores. Ellos han encontrado que un aspecto importante del gozo tiene que ver con la autoestima, con creer que nos merecemos disfrutar de las cosas buenas. 

Otra faceta importante del placer y una manera de gozar más es aprender a sa-bo-re-ar, a poner atención y tomarnos tiempo para apreciar cada aspecto placentero de las cosas: el olor, la textura y el sabor de un guiso; el aroma y el color de una flor; la melodía y la armonía de una canción, el timbre de voz del cantante… Hay un refrán en inglés que dice que hay que “parar para oler las rosas”. Justamente, no dejarnos dominar por la prisa y detenernos para percibir de manera más consciente lo que tenemos a nuestro alrededor es el camino para saborear más. 

Conclusiones

El saborear nos permite disfrutar nuestras experiencias más intensamente y durante más tiempo. Para saborear más, a veces tenemos que cambiar nuestras circunstancias. Por ejemplo, podemos disfrutar más de la compañía de la familia si decidimos apagar el televisor y no contestar al teléfono durante la cena, o podemos maximizar el disfrute de la conversación con un amigo si hablamos mientras damos una vuelta por un parque. 

Cuando nos vamos de vacaciones, el cambio de contexto es total y esa puede ser una de las razones por las que solemos disfrutar tanto cuando viajamos. Entonces, ¿cómo podemos disfrutar de nuestra vida diaria como si estuviéramos de vacaciones? Una de las claves puede estar en la atención que ponemos a las cosas. Tendemos a no hacer mucho caso a lo “conocido”, a darlo por hecho, mientras que lo novedoso nos provoca curiosidad y apertura a las experiencias. Si podemos ver lo normal con curiosidad y atención, seguramente lo disfrutaremos más. El terapeuta australiano Michael White usaba una frase muy bonita, tomada del sociólogo francés Pierre Bourdieu, para explicárnoslo:

“Hacer exótico lo doméstico”. Sabemos que las personas somos “animales sociales” y lo somos también en lo que respecta al disfrutar: cuando compartimos las experiencias placenteras y las buenas noticias, cuando celebramos juntos, multiplicamos nuestro gozo.

Así que una de las maneras más sencillas para disfrutar más de la vida es compartir nuestras experiencias con otras personas. Esto tiene la ventaja de que, cuando contamos a los demás un momento placentero de nuestra vida, lo volvemos a vivir un poco y, así, prolongamos sus efectos positivos, además de que nos acerca a las personas con las que lo compartimos y se fortalece nuestra relación.

17 August 2021
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