Inteligencia Emocional, Implicaciones en el Proceso de Enseñanza-Aprendizaje
Introducción
Los seres humanos estamos expuestos a vivir en nuestra vida diaria un sin fin de situaciones en las que nuestras emociones y sentimientos están a flor de piel. Emociones que en ocasiones resulta difícil de identificar y más aun de mantener en equilibrio. La educación emocional actualmente es uno de los temas de mayor interés en la sociedad, pues forma parte del desarrollo integral del individuo.
En el contexto educativo se han implementado estrategias para ayudar y orientar a las alumnas y alumnos a identificar y manejar adecuadamente las emociones, ya que el estado emocional influye de forma directa en el aprendizaje del alumno (a), sea éste negativo o positivo. ¿Qué hacer con nuestros alumnos y una gama de emociones en el aula?
En este sentido, el presente ensayo reflexiona sobre la importancia de atender y alimentar el cuerpo emocional desde el aula, abordando la inteligencia emocional de (Daniel Goleman, 1996), la inteligencia intrapersonal e interpersonal de (Howard Gardner, 983), así como la psicología positiva de (Seligman y sikszentmihalyi, 2000), con el objetivo de desarrollar competencias que permitan alcanzar una mejor calidad de vida y bienestar en el individuo. Como docente, hacer conciencia de la gran labor que es trabajar con niños que vienen de mundos distintos, algunos con carencias afectivas, baja autoestima, miedos etc., por lo que el aula debe ser un espacio donde puedan establecer relaciones sanas, convivir de manera armónica y adquirir herramientas para desarrollar la inteligencia emocional.
Desarrollo
La educación emocional es un proceso educativo continuo y permanente, puesto que debe estar presente a lo largo de todo el currículum académico, en la formación de todo individuo, durante toda la vida. El papel de la emociones juegan un rol importante en la adaptación del ser humano, es por ello, que en el contexto educativo se brindan herramientas para que el estudiante comprenda la relevancia de las emociones, tome conciencia de sus propias emociones y de los demás, las regule y tenga autocontrol en las situaciones conflictivas que se le presenten, así mismo establezca mejores relaciones interpersonales en los contextos en que se encuentra inmerso.
Pero ¿qué son las emociones? “Emoción es un estado complejo del organismo caracterizado por una excitación o perturbación que predispone a una respuesta organizada. Las emociones se generan como respuesta a un acontecimiento externo e interno” (Bisquerra, 2007, p. 20). Si bien es cierto que el tener un equilibrio de las emociones nos permite tener una estabilidad, es decir, resolver problemas relacionados con el crecimiento personal y el desarrollo. En el aula se presentan diversos casos donde los estudiantes viven experiencias desfavorables que afectan el proceso de aprendizaje, por lo que el docente debe canalizar las emociones negativas y fomentar las positivas, ya que los alumnos tienen personalidades diferentes y se enfrentan a constantes cambios.
Las emociones incluyen un proceso mental, dado que, hay pensamientos asociados cada vez que aparece una emoción, éstas nos dan una señal para nosotros mismos, nos preparan para la acción, nos permiten identificar si las cosas van bien o mal, nos ayudan a decidir cómo actuar frente a una situación, en general, este aprendizaje contribuye a nuestra supervivencia. Dentro de las emociones, podríamos decir que las básicas son: miedo, sorpresa, asco, enfado, alegría y tristeza. Las cuales se clasifican en positivas y negativas, las primeras generan placer, nos dan satisfacción, plenitud, seguridad y bienestar, mientras que las segundas nos paralizan, nos dan señales de alarmas de tal manera que generan problemas de magnitud considerable.
La inteligencia emocional es “la capacidad de reconocer nuestros sentimientos y los de los demás, para motivarnos y manejar adecuadamente las emociones, tanto en beneficio propio como en nuestras relaciones” (Daniel Goleman, 2007, p. 80). Atender el cuerpo emocional en el ámbito educativo no solo es trabajar la parte intelectual, transmitir conocimientos, llevar a cabo un proyecto, la planificación, sino que también es atender a la emoción, la intuición y la acción durante el proceso de aprendizaje. Desarrollar en los estudiantes la capacidad de hacer contacto la mente con el sentimiento. Fomentarles que aprender es un placer, el estímulo de la autonomía, la propia responsabilidad y el autocontrol.
Por su parte, (Howard Gardner, 1983 p.16) enuncia en su teoría de las inteligencias múltiples, la inteligencia intrapersonal y la interpersonal, las cuales están relacionadas con aspectos socio-emocionales, “la inteligencia intrapersonal, nos permite el conocimiento de sí mismo, una persona con buena inteligencia posee un modelo viable y eficaz de sí mismo. La inteligencia interpersonal es la capacidad para percibir los sentimientos de otras personas con las cuales estamos en relación”.
En el aula los estudiantes se exponen a diversas situaciones que difícilmente resuelven de forma asertiva, ya sea en la formación, trabajos de equipo, al participar en la clase, en el recreo etc. Los percances están al día, debido a que cada uno es un mundo diferente, con una personalidad muy distinta. En nuestra sociedad, hay padres y madres que trabajan fuera de casa, otros que educan solos a sus hijos, familias con hijos únicos, lo cual repercute en el desarrollo emocional del niño, pues la falta de atención, la falta del padre o madre, aunado a esto factores como la competitividad, el consumismo, la avalancha de estímulos a través de los medios de comunicación y los horarios planificados, marcan el tipo de infancia de los niños en edad escolar.
Referente a lo anterior ¿Qué hacer con nuestros alumnos y una gama de emociones en el aula? La finalidad de la educación es formar alumnos y alumnas capaces de desarrollar habilidades socio-emocionales, competencias que les permitan establecer relaciones interpersonales en un clima social favorable al trabajo en grupo productivo y satisfactorio. Propiciar un ambiente generador de aprendizajes, en el que trabajen e integren en su vida conceptos, valores, actitudes positivas y habilidades para comprender sus emociones, construyan una identidad, muestren atención y cuidado hacia los demás, colaboren, establezcan relaciones positivas, tomen decisiones responsables y manejen situaciones retadoras de manera constructiva.
Actualmente el sistema de enseñanza establece formas abiertas de aprendizaje en las aulas, donde se atienden las inquietudes de los alumnos, se identifican y canalizan las áreas de oportunidades, se orienta a los alumnos a que tomen conciencia de sus emociones para que regulen sus impulsos de forma apropiada; como la ira, la tolerancia a la frustración, manejo de las emociones negativas etc. La ignorancia emocional puede ser destructiva.
Una de las estrategias educativas que puede favorecer el aprendizaje integral en los estudiantes es el trabajo libre, en éste se pueden observar diferentes áreas de trabajo, en distintos espacios de aprendizaje en el aula, cada uno acondicionado con el material necesario, por ejemplo: una biblioteca, un espacio para matemáticas con material concreto, otro para experimentos etc. Con esta estrategia de trabajo se les da la oportunidad a los alumnos de expresar sus conocimientos con total libertad, pues resulta divertido para ellos saber que es libre, además requiere de responsabilidad al terminar el trabajo hasta el final, desarrollan capacidades para el trabajo en equipo, aprenden a compartir materiales, a ayudarse mutuamente para obtener un buen resultado. El docente participa observando a los alumnos, motivándolos, resolviendo dudas, organizando, moderando las conversaciones entre los mismo.
(Daniel Goleman, 2007, p. 80) hace referencia a una serie de cualidades que distinguen y caracterizan a la inteligencia emocional, estas son: conciencia de uno mismo (autoconciencia), control de los impulsos (autorregulación), pasión para lograr metas (motivación), entender las emociones ajenas (empatía) y sociabilidad (habilidades sociales), las cuales están presente en todos los ámbitos de la vida.
Recogiendo las aportaciones de (Salovey et al.1990, p. 37) considera que la inteligencia emocional es:
- Conocer las propias emociones. El principio de Sócrates “conócete a ti mismo” nos habla de esta pieza clave de la inteligencia emocional: tener conciencia de las propias emociones; reconocer un sentimiento en el momento en que ocurre. En el campo educativo, es conveniente referirnos a la conciencia emocional, la correcta autovaloración de uno mismo y la autoconfianza.
- Manejar las emociones. La habilidad para manejar los propios sentimientos a fin de que se expresen de forma apropiada se fundamenta en la toma de conciencia de las propias emociones. La habilidad para suavizar expresiones de ira, furia o irritabilidad es fundamental en las relaciones interpersonales.
- Motivarse a sí mismo. Una motivación tiende a impulsar una acción. Por eso las emociones y la motivación están íntimamente interrelacionadas. Encaminar las emociones, y la motivación consecuente, hacia el logro de objetivos es esencial para prestar atención, automotivarse, manejarse y realizar actividades creativas. Las personas que poseen estas habilidades tienden a ser más productivas y efectivas en las actividades que emprenden.
- Reconocer las emociones de los demás. Se basa en el conocimiento de las propias emociones. Las personas empáticas sincronizan mejor con las sutiles señales que indican lo que los demás necesitan o desean.
- Establecer relaciones. El arte de establecer buenas relaciones con los demás es, en gran medida, la habilidad de manejar sus emociones, las personas que dominan estas habilidades sociales son capaces de interactuar de forma suave y efectiva con los demás.
Dentro del ámbito educativo se implementa una asignatura de aprendizaje socioemocional, donde los educandos ponen en práctica las habilidades de la inteligencia emocional con la finalidad de incrementar sus conocimientos sobre las emociones, y puedan recuperarse con más rapidez frente a situaciones estresantes, de tal manera que tengan una mejor calidad de vida, una mayor capacidad para aprender y hasta una vida más feliz y plena.
Cuando hablamos de educar las emociones en el aula no solo hablamos del alumnado sino también del profesor, puesto que es necesario mantener un equilibrio emocional para fijar relaciones positivas, al momento de compartir nuestras propias emociones y experiencias con los estudiantes. Para los alumnos el profesor es un punto de referencia muy cercano a quien imitan con la misma intensidad e interés con lo cual amplían su repertorio de comportamiento, es por eso, que el profesor debe contribuir al florecimiento integral de los educandos, desarrollando la inteligencia emocional para contagiar a sus alumnos de actitudes positivas, buena autoestima, ser empáticos, así como también fomentar la compasión, intuición y el compromiso con nosotros mismos y con los demás. No podemos ofrecer habilidades y formas de ser a nuestros educandos sin apoyarnos en la educación de nuestra propia vida interior.
Por otra parte, la psicología positiva señala que “las emociones positivas resuelven problemas relacionados con el crecimiento personal y el desarrollo, experimentar emociones positivas lleva a estados mentales y modos de comportamiento que de forma indirecta preparan al individuo para enfrentar con éxito dificultades y adversidades venideras” (Fredrickson, 2001, p.56). Las emociones positivas nos permiten solucionar problemas de manera eficaz haciendo frente a las emociones negativas, a través de ellas el ser humano puede fortalecerse y salir ileso de situaciones conflictivas. El optimismo, el humor, la resiliencia y creatividad son algunas de las características que favorecen las emociones positivas.
Optimismo. Es una característica psicológica disposicional que remite a expectativas positivas y objetivos de futuro y cuya relación con variables como la perseverancia, el logro, la salud física, y el bienestar (Peterson y Bossio, 1921; Scheier y Caver, 1993). Humor. Sirve como una válvula interna de seguridad que nos permite liberar tensiones, disipar preocupaciones, relajarnos y olvidarnos de todo, afirma el Dr. Lee Berk. Resiliencia y crecimiento postraumático. Vivir un acontecimiento traumático es quizás una de las situaciones que más transforma la vida de una persona. Sin quitar un ápice de la gravedad y horror de estas experiencias, no podemos dejar de resaltar que es en situaciones extremas cuando el ser humano tiene la oportunidad de volver a construir su forma de entender el mundo y su sistema de valores, tiene la oportunidad de replantear su concepción del mundo y de modificar sus creencia, de manera que esta reconstrucción pueda darse, y de hecho se da en muchos casos un aprendizaje y crecimiento personal. (Janoff-Bulman, 1992; Calhoun y Tedeschi, 1999). Creatividad. Es la capacidad de crear, de producir cosas nuevas. Es la capacidad que tiene el cerebro humano para llegar a conclusiones e ideas nuevas y resolver problemas de una forma original. (Csickszentmihalyi, 1996).
Cuando implementamos en el aula estas cualidades de la emoción positiva para el niño resulta más fácil apropiarse del aprendizaje, dado que, le damos la oportunidad de vivir experiencias significativas, desarrollar habilidades constructivas, facilitándole los recursos para enfrentar su vida.
Pero ¿qué pasa con las emociones negativas?
Cuando estas no son atendidas desde edad temprana, los niños manifiestan conductas obviamente negativas, la falta de amor y atención de los padres conduce a la baja confianza en uno mismo, los fracasos se atribuyen a la propia incapacidad emocional, se presenta una baja autoestima, falta de amor propio lo que genera en ocasiones frustración y por consiguiente violencia.
Existe el modelo educativo que cuenta con personal capacitado para atender a alumnos con este tipo de situaciones, con la mejor intención de favorecer su proceso de aprendizaje, brindándole las herramientas necesarias para encausar su energía al dominio de habilidades cognitivas, emocionales y sociales.
(Mayer y Salovey 1997. p.3-31), define la inteligencia emocional con sus cuatro componentes: percepción, asimilación, comprensión y regulación. A continuación desarrollaremos cada una. La percepción consiste en la habilidad para identificar y reconocer los sentimientos propios y los de quienes nos rodean. También incluye la capacidad para expresar apropiadamente las emociones y los sentimientos percibidos en los demás, de tal modo que esa percepción sea lo más acertada. La asimilación es la habilidad para tomar decisiones teniendo en cuenta nuestros sentimientos, sabiendo que nuestro estado anímico influirá directamente en ello. La comprensión es la capacidad de clasificar las emociones y reconocer la conexión que existe entre estas, incluso en situaciones interpersonales donde hay transformación de emociones, por ejemplo; del enojo a la culpa o sentir amor y odio por la misma persona. La regulación, es considerada la habilidad más compleja de desarrollar en la inteligencia emocional, ya que implica tener apertura tanto para los sentimientos positivos como para los negativos y así poder reflexionar sobre estos para poder moderar las emociones negativas intensificando las positivas. Estas proporcionan al educando el desarrollo de un adecuado equilibrio emocional y por ende un bienestar personal.
La tarea del docente no es nada fácil, es un reto para uno mismo y la sociedad educativa, educar las emociones requiere de un arduo y constante trabajo para forjar en los estudiantes el desarrollo de la inteligencia emocional, de tal forma, que cuenten con un repertorio de competencias afectivas basadas en la comprensión, el manejo y regulación de sus propias emociones. Como resultado su aprendizaje será exitoso y contribuirá de forma positiva al bienestar personal y social del alumno.
“La mente será entrenada definitivamente para que pueda llegar a predominar. Se enseñara al niño a racionalizar sus deseos e impulsos emocionales, a discriminar lo bueno de lo malo, lo deseable de lo indeseable y lo esencial de lo no esencial”. (Alice A. Bailey)
Conclusión
La finalidad del presente ensayo es hacer conciencia de la importancia que tiene educar las emociones en el contexto académico. Como docente tenemos la tarea de capacitarnos y cultivarnos para guiar el desarrollo emocional de nuestros educandos. Investigaciones recientes confirman cada vez más el papel central que desempeñan las emociones y nuestra capacidad para gestionar las relaciones socio-afectivas en el aprendizaje.
Tradicionalmente la escuela prestaba más atención al desarrollo de habilidades cognitivas y motrices, dejando de lado las emociones, porque hasta hace poco se pensaba que esta área era correspondida más al ámbito educativo familiar que al escolar, hoy en día el sistema de educación demanda enfocar la educación desde una visión humanista, de ahí la necesidad de dedicar tiempo para orientar a los estudiantes, brindándoles herramientas para enfrentarse a la vida de forma asertiva.
La inteligencia emocional desempeña un papel fundamental y trascendental en la vida personal, estando presente de manera diversa en cada experiencia y en particular en su entorno social, pudiendo hacer del individuo una persona con un alto grado de bienestar y éxito en su desarrollo socio-emocional. Debemos tener claro que la educación emocional en las escuelas favorece el rendimiento académico de los alumnos, se torna el lugar idóneo para fomentar estas habilidades que contribuirán de forma positiva al desarrollo de competencias afectivas y sociales basadas en la comprensión, el manejo y regulación de sus propias emociones.