Don Quijote de La Mancha': Ironía, Grotesco y Doble Interpretación de Protagonista
Don Quijote, en la novela de Miguel de Cervantes ‘Don Quijote de la Mancha’, representa la figura del héroe homónimo; la historia se centra en su persona, actor permanente de las acciones y aventuras vividas, promotor de su propia épica. Pero esta figura del héroe caballeresco se desvanece a lo largo de la obra a media que el lector puede interpretar, juzgar y medir su alocada visión sobre el mundo que le rodea, donde su ideal de caballería se esfuma cuando convierte campesinas en princesas, posadas en castillos, o, en un punto culminante para que el lector vea lo descarrilado que puede ser el protagonista con la realidad, molinos con castillos. Así veremos a lo largo del libro que la figura del héroe, gran defensor de los débiles, que nos tendría que inspirar Don Quijote por las ‘hazañas’ que se propone, contrasta siempre con esta representación por la mirada deformada que tiene sobre la realidad y su carencia de sentido común, convirtiéndole a ojos del lector y de los demás protagonistas como un loco peculiar, muy lejos de las figuras tradicionales de caballería como Roland o el Cid a las que pretende emular al principio.
Dicho intento de parecerse a los héroes de la épica clásica se ve muy bien reflejado en el capitulo ocho: a este punto de la historia, Don Quijote, empujado por su sed de aventuras después de haber leído demasiadas obras de caballería, se fue en busca de luchas épicas contra dragones y gigantes, buena fortuna y riquezas, acompañado de su sirviente y acompañante, Sancho Panza. Las bases del relato épico tradicional están aquí, pero son los detalles, omnipresentes y exagerados, que confirman al lector la condición de anti-héroe del protagonista principal: montado en Rocinante, caballo llamado así por su pésimo estado, con escaza indumentaria y armas de otras épocas en desuso, consigue que Sancho le acompañe con su burro en una aventura en la que no cree ni ve pizca de lógica, solo por la promesa del cargo de gobernador por parte del Hidalgo. Sancho ya es visto por el lector como el coprotagonista de la historia, el ‘cuerdo’, representante de las vicisitudes del ser humano (aspecto físico grotesco, el personaje tiene ambición, lo que contrasta con su cobardía, su egoísmo…) y del pueblo, con el uso continuo de refranes, advertencias propias de la sabiduría popular, que uso a menudo durante la obra para avisar a su amo contra los peligros de sus descabellados propósito. El personaje asegura una figura real, a la que el lector ‘popular’ se puede identificar frente al ‘patético’ Don Quijote’. Otros personajes, el barbero, los bandidos, o el regente de la posada, aseguran este realismo típico de la novela picaresca, presente en Lazarillo de Tormes por ejemplo. En este capitulo, asistimos al cenit de esta relación tragicómica entre ambos personajes; frente a los ‘gigantes’, espejismo provocado por su alocada mente, ignora las advertencias de su sirviente y emprende una lucha grotesca, montado en su caballo flaco y ridículo. El personaje, que parecía tener un parecido con los héroes de noble montura y de blanca armadura, se convierte en toda una parodia del genero literario de la caballería; Don Quijote se convierte en el antagonista de lo que pretende imitar, una mera parodia de los caballeros a los que tanto venera. Aunque el texto respecte en un principio los códigos (tramas, personajes, honor…) del genero, la progresiva caída de su héroe convierte la novela en una obra ‘ridícula’, en oposición al genero que se quería magnificar, al imagen del ‘Roman de Renart’, parodia irreverente de la literatura medieval como de los ‘poderosos’, nos encontramos con una sátira de la que se hace la figura nuestro hidalgo. Es por lo tanto a través de un procesos de desacreditación por la ironía que Cervantes destapa la ilusión heroica ‘Quijotesca’, con un héroe que se propone reconquistar la gloria de una época acabada y que solo consigue ser percibido como un mero elemento grotesco, pieza innecesaria y anclada en un pasado revolucionado que no encaja en su tiempo. El anti-héroe se topa con un mundo donde lo ‘maravilloso’ ya no existe, no quedan gigantes u otros monstruos por derrotar, el objetivo de su aventura, ‘Dulcinea’, es de origen humilde, que no vio en décadas, y el lector, acostumbrado a la visión deformada del Quijote, se puede imaginar, como mínimo, a una persona cualquiera, convertida por su mente en un princesa de buen ver y de alta sociedad. Hasta el titulo del capitulo (como la mayoría) presta a esta interpretación; ‘Del buen suceso que el valeroso Don Quijote tuvo en la espantable y jamás imaginada aventura de los molinos de viento, con otros sucesos dignos de felices interpretaciones’. Dicho titulo, pomposo, elegante, ‘épico’, elaborado para llamar a la curiosidad, contrasta con la realidad de las aventuras y conclusiones que el lector puede presenciar en el capitulo; No hubo ‘buen suceso’, dado que al abalanzarse sobre el molino, acaba malherido por el choque de una de las aspas. Si bien la historia es real en la narración, contrasta de nuevo el uso de la palabra ‘imaginada’ con la doble realidad del ‘héroe’ (imaginación contra mundo real, con el que se topa con dureza), o de ‘otros sucesos dignos de felices interpretaciones’ cuando en realidad se narra una lucha en vano, sin motivo, contra los frailes, representantes de la orden moral, comentando incluso ‘y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente sobre la faz de la tierra’. Termina el capitulo luchando con el escudero de la pasajera del coche, que podríamos considerar otro sirviente, perdiendo aun mas su aura caballeresca al luchar contra un mas débil, sin nobleza. La única interpretación que se puede sacar del capitulo es que el Quijote lucha con nostalgia por unos ideales de grandeza que han caído en el olvido y quedan oscurecidos por sus exacciones; además de perder su condición de héroe, se podría llegar a considerar como malvado si no fuera por su locura, argumento del que abusa el autor para mantener un ‘equilibrio’ en la percepción de su personaje por parte del lector.
A través de la literatura, muchas son las virtudes que han caracterizados los héroes; la fuerza y el empeño de Hércules, el coraje y la valentía de Aquiles, la inteligencia de Ulises, la grandeza y magnanimidad de Héctor, la ayuda divina a través de un arma o don ‘sobrehumano’… Dichas virtudes se ven necesarias al cumplimiento de una tarea fuera del alcance de la gente corriente: ganar guerras, luchar contra los dioses, rescatar amadas de los infiernos. Don Quijote, hidalgo ‘cincuentón’, obtuvo su titulo de nacimiento, sin conseguirlo por méritos propios, nunca trabajo, nunca piso el campo de batalla. Carece de la fuerza propia del héroe joven y musculoso, su locura le impide disponer de un buen juicio de valor, o de la verdadera magnanimidad, y su equipamiento es desueto y ridículo. No obstante, su empeño caracterizado refuerza su rasgo de valiente, que, a pesar de las advertencias y del peligro que suponen sus aventuras, no duda ni un segundo en lanzarse. Pero también se puede interpretar como la carencia total de cordura que le impide medir, desde su imaginario literario, el peligro al que se enfrenta. El Quijote reúne mas características propias del anti-héroe literario y de cultural popular; un empeño propio del pato Donald Duck, siempre cegado por su objetivo y el deseo de ser el héroe, la figura de una autoridad de poca monta o baja nobleza que se cubre de ridículo a pesar de buscar lo que le parece noble, muy presente en las actuaciones de Louis de Funès (‘La folie des grandeurs’, donde representa a un noble de España en busca de su gloria perdida, con el apoyo de Yves Montand, las películas del personaje ‘Le gendarme’ o las adaptaciones de ‘Fantomas’, donde campa en ambas una figura policiaca que acaba siempre manipulada por sus enemigos y acaba siendo ridículo a pesar de representar la moralidad y el héroe…), o la de un personaje de mente simple que se deja embarcar en una aventura que le viene grande y a la que no consigue entender como lo que es, por motivos fútiles, como en la película ‘The big Lebowski’ donde un Quid Pro Quo ‘Quijotesco’ cambia la vida del protagonista, personaje que vive sin trabajar en margen de la sociedad, hasta que un amigo le empuje a emprender un acto heroico y pedir reparación para su honor. Se convierte, de manera similar al Gregor Samsa de Kafka, en un héroe despreciado, un ser peculiar fuera de los convenios de la vida en sociedad, representante de lo extraño, pero que con su sufrimiento, y las dificultades a las que se enfrenta, consigue una ‘metamorfosis’ que produce empatía y cariño por parte del lector a pesar de sus absurdidades. Hasta una obra como ‘Le petit prince’, que nos presente un anti-héroe por su condición de niño, se rige con un hilo director que encontramos también en el Quijote: el asombro frente a la realidad de la existencia, y sus limites para actuar.
El tono cómico de la obra contrasta con el resultado de las ‘hazañas’, provocado por su falta de realismo; siempre acaban mal a pesar de su buena fe, como cuando se enfrenta a las ovejas, o liberando presos… Esta buena fe es lo que conmueve al lector, que puede interpretar en el personaje una personificación básica de Miguel de Cervantes, cuya vida tuvo aspectos similares a los de su personaje; son ambos utopistas, que se lanzan al vacío, negando la realidad para que prevalezcan sus ideales de otra época. Se pasaron la vida soñando en lugar de vivirla, el Quijote renunciara a su condición de caballero al despertar y volver a la realidad. Sancho, por otro lado, será cuerdo en toda la obra, y a pesar de su ambición y defectos personales, consigue el cargo prometido y lo ejerce de manera justa, volviéndose más sabio, pensador filosófico, y su buen juicio.
El amor hacia Dulcinea, leitmotiv de su aventura, se puede considerar como ficticio, y sirve a veces de excusas para implicarse o no, provocando que no ayude a los que lo necesitan. Es un sentimiento que lo empuja, que contribuye a la épica, presente en cada tarea heroica que desempeña, pero que no tiene sentido. Sin contacto con ella, vaga por la Mancha, tierra de pobreza, dejándose llevar por Rocinante sin saber a donde le llevara su viaje, marcado con numerosas pausas que dan un sentimiento de inmovilidad geográfica del personaje. Si este se considera ya un caballero hecho y derecho desde el principio, sus aventuras no le aportan experiencia o crecimiento personal como es de esperar de un caballero; no le interesa el descubrimiento, a lo largo de la obra se dedica a repetir esquemas ya vistos, luchas contras perfectos desconocidos sin sentido, el personaje se deja llevar por un acontecimiento cualquiera que le ‘enciende’, lucha, y acaba casi siempre vencido de mala manera. Tampoco aprende de sus errores, sigue combatiendo mal sin parar los golpes que recibe, cuando cualquier humano se educa y mejora sus habilidades con la experiencia aportada por la repetición, él está atrapado en un circulo donde repite este mismo patrón en vano. Con esto, lo ‘caballeresco’ del Quijote se queda en puro ‘postureo’, y hasta en una impostura si consideramos los rasgos propios del héroe de caballería que vimos poco antes en el comentario.
Comparando la obra con otras del ‘mismo’ genero, analizamos la obra de Chrétien de Troyes, que se presenta como un tipo de ‘testimonio’ histórico, como en ‘Erec et Enide’ donde unos elementos confirman la seriedad de la historia y la atan al mundo real, a pesar de algunos elementos ‘místicos’ (gigantes…), la historia sigue la leyenda del rey Arturo y se refiere muy a menudo a la religión y normas societales, el amor del héroe y su destino son reales, como su relación, basada en una mezcla de sumisión y igualdad en la pareja según los eventos, pero donde la figura del héroe esta preservada incluso en sus ‘malas’ conductas, que se ven justificadas. Podemos sacar de estas ‘contradicciones’ el sentimiento de ilusión novelesca, cosa que ‘Don Quijote’ denunciaría; en la primera obra, el narrador siempre ‘guía’ el lector para asegurar la credibilidad del héroe, consiguiendo que se crea lo inverosímil y lo de por real. En ‘Don Quijote’, cuya locura y empeño en ridiculizarse no ocultan nada del personaje, pobre desgraciado muy lejos de las figuras tradicionales, son recordadas muy a menudo en la obra, y recuerdan al lector que sigue las aventuras de un héroe al que no debe emular, ejemplo de lo que no se debe hacer. El sigue los convenios del género ‘al pie de la letra’, recitando, adoptando posturas, sin entender el sentido original. Imita, como un impostor, y no busca su propia vía. Además, el personaje niega la realidad de sus fracasos, él, que, como buen cristiano, debería interpretar de ellos la voluntad divina para emprender un camino mejor o más virtuoso, prefiere (con mala fe o falta de juicio) echar la culpa a los hechiceros, empezando con el ‘encantamiento’ de Dulcinea en el capítulo diez. La figura de estos amantes de las artes oscuras mantendrá al lector, entre lo real y lo irreal al que se enfrenta el Quijote en su psique, recorriendo un mundo real con personajes ‘plausibles’ frente a estas figuras de lo sur natural que se juegan del pobre héroe.
Entendemos, a este punto del estudio, que la ‘locura’ del personaje del Quijote ocupa un buen lugar en la perdida de la condición de héroe (siempre según los rasgos típicos que vimos al principio) y su caída en la desgracia como anti-héroe; comienza cuando al hidalgo, le empieza su pasión por la lectura, olvidando ‘el ejercicio de la caza, y aun la administración de su hacienda’, vendiendo tierras de ‘sembradura’, valiosas, para comprar sus libros. De tantas lecturas, ‘se le secó el cerebro’, ‘vino a perder el juicio’, y empieza en este momento a mezclarse su imaginación con la literatura consumida.
Pero esta ‘locura’ puede ocultar la visión errata de un poeta nostálgico sobre el mundo, mundo al que se enfrenta por primera vez, lejos de su holgazanería inicial, cuando le maltratan, y que nunca consigue doblegar su voluntad con la fuerza o el engaño; cabe destacar que cuando, al final de la obra, se marcha a casa después de la derrota, lo hace de voluntad propia, respetando el pacto caballeresco al que se sometió, sin desviarse de su propósito inicial, adoptar y renovar la caballería en su época. El lector, con esta nueva interpretación, que siempre se identificó a los demás personajes, puede llegar a entender el sentido poético de la epopeya del Quijote y verse reflejado en ella; nostalgia de un mundo pasado mejor al que añorar, la capacidad infantil en maravillarse y dejarse ilusionar por el mundo que nos rodea, negación de un cotidiano cruel y hostil; llega a entender que más vale ‘morir cuerdo y vivir loco’ que pasarse la vida atrapada en la burbuja del hidalgo, aislado del mundo, cuya única escapatoria son los libros de un tiempo y humanidad acabados. La literatura debe ser ficticia y gloriosa para manipular al público y empujarle a adoptar, tal el Quijote, el punto de vista que pretende defender. Se puede apreciar particularmente en el capítulo cuarenta y siete, ‘Del extraño modo con que fué encantado Don Quijote de la Mancha, con otros sucesos’ hecho para distraer al lector, y no educarlo; hoy en día, podríamos compararlo con los programas de reality, que no tienen otro propósito que distraer al telespectador vaciándole el cerebro: diversión si más. Nos muestra allí una visión peculiar del mundo donde vivió Cervantes, en una sociedad donde la gente no se ayudaba, juzgaba, y a la que no interesaba la verdad, donde el Quijote adopte por fin esta condición de héroe a luchar, a pesar de sus carencias, contra estos aspectos de la sociedad, todavía vigentes en nuestra época. Se convierte en puente entre el héroe antiguo y el humano corriente moderno, un personaje con principios de otros tiempos, a los que se rige, pero con todo un mundo en su contra al que apenas hace caso, a diferencia de Lazarillo, niño frente al mundo, que acepta su destino y se decide por ver únicamente lo bueno para él y asegurarse un futuro de provecho a pesar de renunciar a toda ética, al contrario del Quijote que renuncia por obligación moral, y no por beneficio propio.
Al final, podemos deducir que el objetivo del autor siempre fue de mantener esta doble interpretación de su personaje; un anti-héroe, fuera de los esquemas tradicionales del caballero hermoso, joven, de armadura blanca y montura musculosa y larga melena, con grandes hazañas por efectuar y divinos logros que conquistar, tal el protagonista de Tirant lo Blanc, ridiculizado por su atuendo, la compañía del escudero Sancho Panza que persigue sin honor la obtención de un beneficio propio sirviendo la causa de su ‘amo’, batallas inútiles de las que no obtiene ni honor ni experiencia, pintura grotesca de un pasado glorioso y virtuoso pero ya olvidado y desparecido del mundo en el que vive. El libro provocó burlas en su tiempo por parte de los lectores que lo veían como un mero entretenimiento, una sátira de una época ‘pomposa’ y de un protagonista ‘peor’ en todos los aspectos que ellos, sin ver más allá de lo grotesco provocado por la descripción general del Quijote, la constante ironía, y de su fracaso constante en lo que emprende. El hidalgo que es representa la caída en desgracia de una clase noble de antiguos caballeros, luchadores épicos, cuyos descendientes no pueden existir en sociedad fuera de la protección de sus residencias, dependientes de la literatura para mantener vivo el recuerdo de este tiempo glorioso y moral. Pero su papel es más profundo, y Cervantes utiliza el personaje como una sátira de un género idealizado durante generaciones cuando sus valores llevan tiempo desparecidos del mundo real, tal como pudo experimentarlo en primera persona durante su vida. El Quijote se convierte a su pesar, y sin saberlo, en el reflejo de lo malo de la sociedad, hábil a la hora de criticar lo ajeno, pero incapaz de ver los males de su propia conducta o la propia ironía de su condición de lector ‘incompleto’, al que solo llega parte del mensaje en una primera lectura. El Quijote, por fin lucido, triste, reconoce ‘Yo tengo juicio ya, libre y claro, sin las sombras caliginosas de la ignorancia, que sobre él me pusieron mi amarga y continua leyenda de los detestables libros de las caballerías. Ya conozco sus disparates y sus embelecos, y no me pesa sino que este desengaño ha llegado tan tarde, que no me deja tiempo para hacer alguna recompensa, leyendo otros que sean luz de alma.’. Lamenta haber perdido parte de su vida en esta ‘cruzada’ y ya quiere emprender un camino que sea de provecho para ‘su alma’. Sale victorioso de su vida anterior, de lo que fue su ‘locura’, y consigue una ‘muerte’ victoriosa, digna de un héroe cuya vida, a pesar de sus desgracias, siempre fue llevada con honor, amor, sinceridad y valentía.