Hobbes Y Locke Los Precursores De Las Teorías Contractualistas

Introducción

Hobbes y Locke son dos de los precursores de las teorías contractualistas. Si bien en ambos se recurre al contrato como elemento edificador del orden social, el depositario del poder delegado varía enormemente entre ambos autores. Thomas Hobbes, a través de su conocida cita el hombre es un lobo para el hombre, ya nos anticipa que la absoluta libertad con que goza el hombre en estado de naturaleza conduce a un estado de guerra permanente fruto de la manifestación del conatus. 

Desarrollo

Pese a que existe una ley natural que dicta aquello que se debe hacer, para los hombres, al no comprender las consecuencias de sus acciones, no cabe someterse a ella, es por este planteamiento que se antoja necesario el estado. La voluntad aparece como elemento represor de este conatus, sin embargo, Hobbes considera que como es imposible que las voluntades de muchos hombres sean coordinables, la voluntad del estado debe ser literalmente una, a la que el resto se someten. El origen del estado se sitúa en ese pacto de sometimiento. Este estado, institución creada por el hombre, se forma cuando se constituye una asamblea deliberante que tiene como fin designar una persona que será destinataria de dicho sometimiento. Así, el estado, mediante ese pacto, se muestra como un mecanismo de acción colectiva. De esta forma, a través del sometimiento a un poder público e indivisible, el hombre renuncia a su libertad en sentido aristotélico, obteniendo como beneficio la existencia de un poder suficiente que garantice su protección.

John Locke considera, al contrario que Thomas, que gozando el hombre en estado de naturaleza de una perfecta libertad, razón y derecho serán las normas que rija su conducta. Sin embargo, Locke considera que tal situación no se ha dado nunca, pues es necesario un elemento que vigile su cumplimiento. Puesto que Locke considera que esta vigilancia es tarea de todos, y que, por tanto, no existe nadie destinado a ejercer la autoridad, todo hombre en sociedad suscribe un pacto por el cual se somete a unas normas elementales, pacto que no es posterior al estado de naturaleza, sino compatible con él. Locke afirma que la relación natural entre hijo y padre facilita esta labor, en tanto que crea un hábito de sometimiento. 

La diferencia radica en que en la sociedad política, al contrario que en la familiar, renuncia a su capacidad decisión y defensa. Esa delegación de poder constituye el rasgo distintivo de una sociedad política y evita las funestas consecuencias derivas de ser juez y parte, propias del estado de naturaleza. Al contrario que Hobbes, no considera válida la monarquía para la sociedad civil, pues somete a todos menos a uno; esta sociedad se someterá al dictamen de la mayoría y deberá obediencia a la autoridad establecida. Con todo, y como nadie nace súbdito por naturaleza, la comunidad se reserva el derecho a modificar el acuerdo si los fines no es están cumpliendo. Estos fines reúnen la conservación de la vida, libertad, posesiones, paz y seguridad, y una efectiva división de poderes será su garantía.

Aunque fascismo y nacionalsocialismo parten de una situación diferente una vez finalizada la I Guerra Mundial (Italia entre los vencedores y Alemania entre los derrotados), en los dos podemos encontrar un clima de crispación finalizado el conflicto: la marginación de las pretensiones territoriales de Italia será duramente criticada (por ejemplo, mediante la Carta del Carnaro), mientras que en Alemania, debido a su derrota y supeditación al Tratado de Versalles, se experimentará un auge del extremismo político. 

También en ambos regímenes este descontento será canalizado a través de una figura política colmada de liderazgo: Hitler en Alemania y Mussolini en Italia; líderes que contarán, a su vez, con sendos teóricos que asumirán la labor de dotar de contenido a cada uno de los movimientos: Rosenberg en el caso alemán y Gentile en el italiano. Así, el estado fascista italiano que Gentile define en sus obras se considera totalitario (término asumido por el propio Mussolini) y su papel será eminentemente más relevante que el que cumpla el partido, pues se le encomienda la clásica misión ética hegeliana. Por el contrario, el estado alemán, subordinado a la hegemonía del partido, cumplía una función biológica, etnicista y cultural.

Sí tienen en común su posicionamiento en contra de las ideas revolucionarias (pese al origen socialista de Musolinni), individualistas o liberales, y ven en sus respectivos estados una herramienta para la defensa del volk, en el caso alemán, y del corporativismo estatista, en el caso italiano. En este sentido, aunque el partido resultó clave en ambos ejemplos para la estructuración el movimiento, los italianos consiguieron un apoyo netamente interclasista (alta burguesía, clase media y excombatientes), mientras que la visión excluyente del bloque nacionalsocialista conllevó alianzas más dificultosas, hecho que en cierto modo explica los diferentes papeles que cumplirán partido y estado en cada uno de los regímenes. 

Conclusión

Por otro lado, y pese a al amplio respaldo social con que contaron ambos, los alemanes tampoco consiguieron el apoyo de las capas intelectuales, apoyo que sí logró el régimen italiano gracias la intermediación de Gentile. Una de las semejanzas clave es el recurso al mito en el sentido de Sorel: un mito racial en el caso alemán y nacional en el italiano. De la concepción alemana del mito se desprende, a su vez, una diferencia fundamental: al contrario que el nacionalsocialismo, el fascismo no asume cuestiones raciales y mucho menos antisemitas, al menos hasta la colaboración Hitler- Mussolini. 

Por último, sí presentan semejanzas en la conflictiva relación con la Iglesia que, pese a ciertos acuerdos en Italia, conllevaría una hegemonía de las posiciones antireligiosas. Con todo, podemos encontrarnos, también en ambos sistemas, con gran parte del ritualismo y liturgia propia de contextos religiosos, ritualismo que se verá reflejado en sus congresos y demás intervenciones.

22 October 2021
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