La Cultura de Paz y No Violencia
De acuerdo con estos postulados, la cultura de paz debe fundamentarse en la comprensión de la corresponsabilidad que posee la educación en cuanto al enriquecimiento de los conocimientos sobre el entorno al cual está suscrita, desde una simbiosis que propicie la cooperación, la participación y el respeto de los derechos humanos como eje que garantice la seguridad y la paz, además fortalezca la convivencia armonía en todas los espacios donde se produzca el hecho educativo.
En este sentido el Manifiesto 2000 para una Cultura de Paz y No violencia, redactado por un grupo de premios noveles, contiene los seis principios claves que definen la cultura de paz y que resumen los valores mínimos para crear espacios de paz en los centros educativos; el manifiesto declara lo siguiente:
- Respetar la vida y la dignidad de cada persona, sin discriminación ni prejuicios.
- Rechazar la violencia en cualquiera de sus manifestaciones: Practicar la no violencia activa, rechazando la violencia en todas sus formas: física, sexual, psicológica, económica y social, en particular hacia los más débiles y vulnerables, como los niños y los adolescentes;
Así mismo, en su literal c describe:
- Compartir con los demás, una cultura de la cooperación, una exigencia acerca del doble papel de la escuela lo educativo y como instrumento para el cambio social, a fin de terminar con la exclusión, la injusticia y la opresión política y económica;
- Escuchar para entender, es decir defender la libertad de expresión y la diversidad cultural, promover el diálogo y generar un clima de reflexión y debate sincero.
- Preservar el planeta, respetar y cuidar a todos los seres vivos como fundamento ético.
- Reinventar la solidaridad, que designa la convicción de que cada persona debe sentirse responsable de todos los demás como requisito que nos ayuda a vivir mejor unos con otros.
Por lo tanto, la cultura de paz en el ámbito escolar, está estrechamente unida a la educación para la Paz, los derechos humanos, la democracia y la tolerancia que constituye en la actualidad el hilo conductor de muchas de las reformas educativas actuales, tal es el caso de nuestro país, los parlamentarios, en el marco de la celebración de una nueva constitución, y la promulgación del año internacional por una Cultura de Paz introduce el término en el preámbulo de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (1999 ), donde se compendia los basamentos de la Escuela Bolivariana: la escuela espacio para la paz (MECD. 2004), desde esta perspectiva la escuela orienta los valores de paz, tolerancia, diálogo, convivencia y solidaridad en los espacios escolares y su entorno.
Es de especial significancia que para lograrlo se proponen acciones preventivas y de seguridad que promuevan estrategias que fomenten la paz, la tolerancia, la convivencia y el respeto hacia los derechos, y garantías de todos, las cuales, en aporte de la investigadora, se han quedado solapadas en eventos alusivos a fechas o celebraciones referidas al tema, lo cual impide un acercamiento a la Cultura de Paz real, es necesario crear basamentos sólidos que abarquen en este momento histórico, a todo el colectivo institucional: representantes, padres, madres, docentes, administrativos, obreros, es decir la participación decidida de los diferentes sectores de la sociedad.
En este orden de ideas, cobra especial relevancia resaltar que una de las tantas estrategias y acciones preventivas en cuanto a la sana convivencia en espacios educativos de paz, asumida por el Ministerio del Poder Popular para la Educación, fue la creación de las defensorías educativas, las cuales encuentran su sustento legal en documentos como la Convención Internacional del Niño, la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, la Ley Orgánica para la Protección del Niño, Niña y del Adolescente, y la Resolución 447 del Ministerio de Educación, Cultura y Deportes, publicada en Gaceta Oficial N° 37.324 de fecha 14 de noviembre de 2001, y conforme a lo establecido en la Ley Orgánica para la Protección del Niño, Niña y del Adolescente.
Las defensorías de Niños, Niñas y Adolescentes es un servicio de interés público que en cada municipio debe ser organizada por la Alcaldía y, de acuerdo con su población, deberá contar con más de una Defensoría. Así mismo, las Defensorías de Niños, Niñas y Adolescentes pueden ser organizadas por la sociedad, a saber: consejos comunales, comité de protección, asociaciones, fundaciones, organizaciones sociales o por cualquier otra forma de participación ciudadana. El Estado deberá adoptar las medidas necesarias para fortalecer las defensorías de Niños, Niñas y Adolescentes creadas por la sociedad. Las defensorías de Niños, Niñas y adolescentes tienen como objeto promover los derechos y garantías de los niños, niñas y adolescentes.
Del mismo modo, se destaca la importancia dentro de los servicios que prestan las defensorías, atendiendo el artículo 202, literal f ejusdem, el estímulo al fortalecimiento de los lazos familiares, a través de procesos no judiciales, para lo cual podrán proponer conciliaciones entre los miembros de la familia, e incluso trascender el plano familiar y abordar aspectos educativos y comunitarios. Este aspecto, desde mi perspectiva es el inicio de la Cultura de Paz en los centros educativos, ya que propicia la participación, el poder ser oído, como derecho establecido en la norma, y la máxima de las experiencias me indica que el poder dialogar en cuanto a las situaciones que se presentan en la institución abordada genera la posibilidad de resolver los conflictos pacíficamente.
En este sentido, es imperativo auspiciar estos espacios de defensa y garantía de los derechos de los niños, niñas y adolescentes, en virtud que dan acceso a modos de convertir el conflicto en una oportunidad de crecimiento personal, grupal y hasta familiar, alejando todo verticalidad de las estructuras educativas, es decir coloca al estudiante en la postura de poder ejercer su defensa ante las situaciones que pudieran ser adversas y que en muchas oportunidades observamos como los docentes, la familia y la sociedad no propician esos encuentros dialógicos, reflexivos, de auto defensa como una estrategia para la vida, además favorece el manejo de las emociones y el conocimiento de su capacidad de respuesta ante hechos álgidos que merecen autocontrol.
Es importante destacar que, la función fundamental de las Defensorías Educativas, en atención a lo referido con anterioridad, es promover los deberes, defender los derechos de los niños, niñas y adolescentes, y dentro de sus objetivos específicos propone fomentar la paz y la sana convivencia escolar en el centro educativo y la comunidad, es decir, delega ante este servicio de interés público los fundamentos consagrados en el preámbulo de nuestra Carta Magna: establecer una sociedad democrática que consolide los valores de libertad, la independencia, la paz, la solidaridad, el bien común, la integridad territorial, la convivencia y el imperio de la ley para esta y las futuras generaciones…
Sin lugar a dudas, todos estos movimientos e iniciativas y el comienzo de una década dedicada a la Cultura de Paz, demuestran que un nuevo orden mundial asoma en el horizonte de una humanidad agobiada por las guerras, y que crear un mundo en Paz depende no sólo de los gobiernos, sino también de todas las personas que componen la sociedad humana, porque los tiempos postmodernos exigen la participación de cada uno de nosotros, por lo que la autora de esta investigación, desde su perspectiva, y en concordancia con lo antes expuesto, exhorta a asumir la responsabilidad que cada ser humano debe apropiarse de convertir en realidad los valores, las actitudes, los comportamientos forjadores de una Cultura de Paz.
Sin embargo, pese a todas estas iniciativas, y despliegue por parte de las organizaciones Internacionales, nacionales y locales, en el establecimiento de una cultura de paz y para la paz, dentro y fuera de la escuela, los resultados han sido pocos duraderos, no ha sido suficiente con solo el deseo entusiasta de participar en la promoción de una paz duradera y cónsona, son muchas las actividades que se realizan desde los ambientes escolares como un entramado de acciones, a veces impuestas, otras imposibles de realizar, en otros casos, se ejecutan sin la intencionalidad del propósito de aprendizaje que persigue, situaciones aisladas y descontextualizadas de la realidad, además los escasos encuentros para el diálogo destinado al entendimiento, la mediación, negociación y la conciliación, medios alternativos para la resolución pacífica de los conflictos y el consenso de ideas para la propuesta de proyectos a favor de la paz, que desde las aulas no ha recibido el tratamiento adecuado para tal fin.
Ante este panorama, interesaría preguntarse entonces ¿es la cultura educativa una cultura para la paz? ¿Se puede implementar en los espacios educativos una cultura de paz?, ¿Qué se requiere para que la cultura de paz transcienda las intenciones entusiastas de participar en una conocimiento de paz? Y, finalmente el cuestionamiento que cobra mayor fuerza en mis reflexiones en cuanto al tema ¿Es posible educar en Cultura de Paz ante un medio que por su naturaleza y funcionalidad es violento?
Interesante aproximarse a una respuesta afirmando que si estamos formados para la cultura de paz, de hecho solo basta con revisar la extensa bibliografía que alude a los despliegues que se realizan en cuanto a esta temática, y por otro lado ver las actitudes y aptitudes que tenemos frente al tema objeto de estudio, entonces, tal como lo plantea Oñate (2015), la paz no podrá construirse dejando de lado la cultura, que moldea nuestra relación con el otro, tampoco se construye duraderamente alrededor de una mesa, solo en el terreno de las ideas.