La Evolución Del Consumo Acorde Al Cambio Social
El concepto de desarrollo sostenible apareció por primera vez en 1987 con la publicación del Informe Brundtland, y la primera gran iniciativa mundial en este ámbito se gestó en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible, celebrada en 2012, que definió los denominados Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), con los que se emprendió en 2000 una iniciativa mundial para abordar los desafíos ambientales, políticos y económicos con que se enfrenta el mundo. Pero fue en la Asamblea General de la ONU de 2015, donde países de todo el mundo firmaron la Agenda 2030, en la que se incluyen los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, OSD, una serie específica de tareas para, principalmente, para erradicar la pobreza, promover la prosperidad y el bienestar para todos, proteger el medio ambiente y hacer frente al cambio climático a nivel mundial.
Todos los agentes económicos están implicados, de una forma u otra en estas tareas, y el mundo empresarial particularmente ha tomado conciencia de esta problemática, puesto que en su actividad están interconectados los objetivos económicos, sociales y ambientales. Por ejemplo, son numerosas las compañías que, debido a la naturaleza de sus negocios, consumen altas cantidades de energía y, por lo tanto, su contribución en la emisión de CO2 a la atmósfera es elevada. Por ello, implicarse en el cuidado del medio ambiente es algo que va más allá de una simple cuestión estratégica o reputacional; es parte fundamental de la responsabilidad social de la empresa (RSE).
En la toma de decisiones de inversión a largo plazo, cada vez más las empresas incorporan, al lado de criterios de evaluación económicos, criterios sociales (relacionados con la desigualdad, la inclusión y la inversión en capital humano), y medioambientales (relacionados con la adaptación y mitigación del cambio climático y con el medio ambiente). El gobierno corporativo desempeña un papel al propiciar un cambio cultural en la inclusión de las finanzas sostenibles en los modelos de crecimiento económico. A la evaluación del conjunto de criterios relacionados con factores medioambientales, sociales y de gobierno corporativo se le ha denominado análisis ASG (o ESG, por sus siglas en inglés).
Por otro lado, también el sistema financiero se está adaptando a esta realidad y ofrece cada vez más fuentes de financiación sostenibles. Esto ocurre porque también los inversores que recurren a los mercados financieros cada vez están más concienciados y buscan colocar su capital en inversiones que adopten criterios éticos y que permitan cumplir con el logro de los ODS.
Según una encuesta de Morgan Stanley, el 86% de los jóvenes están interesados en las inversiones sostenibles como una forma de generar retorno financiero y de impactar, de forma positiva, en la sociedad y el medio ambiente. Las opciones son múltiples, desde los productos tradicionales en la gestión de activos hasta los fondos de inversión socialmente responsables (ISR), los planes de pensiones y los bonos verdes y sociales, entre otros. En todos los casos se trata de financiar a empresas con criterios éticos, negocios que cuidan el medio ambiente y firmas empresariales con programas solidarios, todas ellas respetuosas con los derechos de los trabajadores o defensoras de la igualdad salarial.
En España, según un estudio de Spainsif, el mercado no para de crecer; en 2018 los activos gestionados por análisis ASG alcanzaron en España los 185.614 millones de euros, lo que supone un 45% de la cuota de mercado. El crecimiento ha sido considerable si se tiene en cuenta que, en 2009, esta cifra era de 35.710 millones de euros.
Este crecimiento viene reforzado por el compromiso de todos los países y en particular de las autoridades europeas. En marzo de 2018, la Comisión Europea publicó su Plan de Acción sobre crecimiento de las finanzas sostenibles en el marco de la iniciativa de la Unión de los Mercados de Capitales. El objetivo final del Plan es integrar totalmente las finanzas sostenibles en el núcleo del sistema financiero de la UE desde una base económica y financiera, y se apoya en tres pilares básicos:
- La realineación del ahorro y la inversión en pos de un crecimiento sostenible e incluyente
- La consideración de los riesgos y las oportunidades relacionadas con el clima, el medioambiente y los asuntos sociales desde un punto de vista financiero incorporándolos al negocio como elementos habituales para las empresas
- Fomentar la transparencia y el pensamiento a largo plazo en ambos casos
Estos pilares se concretan en diez acciones específicas contempladas para el periodo 2018-2020, que buscan la integración total de las finanzas sostenibles en el sistema financiero de la UE. Entre ellas se trata de establecer una clasificación oficial de “actividades sostenibles” que puedan ser introducidas progresivamente en las normas europeas, lo que permitirá un lenguaje común por parte de todos los actores, y formular normas para “productos financieros verdes” y promover una “etiqueta ecológica de la UE”.
En definitiva, la sostenibilidad se ha convertido en un elemento clave en la toma de decisiones de la empresa, pasando de ser un asunto relacionado con la reputación a convertirse en un catalizador que está impulsando un cambio sin precedentes en el terreno financiero y en los modelos de crecimiento económico.